Capilla Virtual - Oración Universal


Señor Jesús,
que con fidelidad visitas y colmas con tu Presencia
la Iglesia y la historia de los hombres;
que en el admirable Sacramento
de tu Cuerpo y tu Sangre
nos haces partícipes de la vida divina
y nos concedes saborear anticipadamente
la alegría de la vida eterna;
te adoramos y te bendecimos.

Postrados delante de ti, fuente y amante de la vida,
realmente presente y vivo en medio de nosotros,
te suplicamos:

Aviva en nosotros el respeto
por toda vida humana naciente,
haz que veamos en el fruto del seno materno
la admirable obra del Creador;
abre nuestro corazón a la generosa acogida
de cada niño que se asoma a la vida.

Bendice a las familias,
santifica la unión de los esposos,
haz que su amor sea fecundo.

Acompaña con la luz de tu Espíritu
las decisiones de las asambleas legislativas,
a fin de que los pueblos y las naciones
reconozcan y respeten
el carácter sagrado de la vida,
de toda vida humana.

Guía la labor de los científicos y de los médicos,
para que el progreso contribuya
al bien integral de la persona
y nadie sufra supresión e injusticia.

Concede caridad creativa a los administradores
y a los economistas,
para que sepan intuir y promover
condiciones suficientes
a fin de que las familias jóvenes puedan abrirse
serenamente al nacimiento de nuevos hijos.

Consuela a las parejas de esposos que sufren
a causa de la imposibilidad de tener hijos,
y en tu bondad provee.

Educa a todos a hacerse cargo
de los niños huérfanos o abandonados,
para que experimenten el calor de tu caridad,
el consuelo de tu Corazón divino.

Con María tu Madre, la gran creyente,
en cuyo seno asumiste nuestra naturaleza humana,
esperamos de ti,
nuestro único verdadero Bien y Salvador,
la fuerza de amar y servir a la vida,
a la espera de vivir siempre en ti,
en la comunión de la santísima Trinidad.

(Oración del Papa Emérito Benedicto XVI)


No me mueve, mi Dios, para quererte

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno te temiera

No me tienes que dar porque te quiera;
pues, aunque lo que espero no esperara,
y lo mismo que te quiero te quisiera.

Oración Universal
(San Pedro Canisio)

¡Oh Dios todopoderoso y eterno, Señor, Padre celestial!
Mira nuestra calamidad, miseria y necesidad con los ojos de tu insondable misericordia.

Compadécete de todos los fieles cristianos, por los que tu Hijo unigénito, nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo, se entregó voluntariamente en manos de los pecadores y derramó su preciosa sangre en el tronco de la Santa Cruz.

Por los méritos de nuestro Señor Jesús aparta de nosotros, oh Padre clementísimo, los castigos merecidos, los peligros presentes y futuros, los disgustos dañinos, 
los preparativos bélicos, las carestías, las enfermedades, las épocas de tristeza y miseria.

Ilumina también y fortalece en todo lo bueno a los dirigentes y gobernantes tanto espirituales como seculares,  para que fomenten todo lo que pueda contribuir a tu gloria divina y a nuestra salvación, 
así como a la paz universal y al bienestar de la cristiandad en la paz.

Concédenos, oh Dios de la paz, una adecuada reunificación en la fe, sin cismas ni divisiones; convierte nuestros corazones a la verdadera penitencia y a la enmienda de vida; haz que prenda en nosotros el fuego de tu amor;  danos hambre y celo de toda justicia, para que, como niños obedientes, te resultemos agradables y placenteros en la vida y en la muerte.

También te suplicamos, como Tú quieres que te supliquemos, oh Dios, por nuestros amigos y enemigos, por los sanos y los enfermos, por todos los cristianos tristes y compungidos, por los vivos y los difuntos.

En tus manos ponemos, oh Señor, todas nuestras acciones y omisiones, nuestra actividad y cambio, nuestra vida y muerte.

¡Permítenos disfrutar aquí de tu gracia y llegar, con todos los elegidos, a alabarte, honrarte y glorificarte en la paz y la dicha eternas! 

¡Concédenos todo esto, oh Señor, Padre celestial!
Por Jesucristo, tu Hijo amado, quien junto contigo y con el Espíritu Santo vive y reina, como Dios en igual medida, de eternidad en eternidad.


Dios te salve, María, 
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres 
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. 
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.






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