Capilla Virtual -Nuestra amistad con Dios.


Orar es darse tiempo para cultivar nuestra amistad con Dios. Una amistad verdadera surge lentamente: hay que tener paciencia pare amar, hay que saber hacer un alto. (P. Nicolás Schwizer)


Ven, Espíritu Santo, danos un corazón grande, abierto a tu silenciosa y potente palabra inspiradora;  un corazón hermético ante cualquier ambición mezquina; un corazón grande para amar a todos, para servir a todos, para sufrir con todos;

un corazón fuerte para resistir a cualquier tentación,
cualquier prueba, cualquier desilusión, cualquier ofensa;

un corazón feliz de poder palpitar al ritmo del corazón de Cristo
y cumplir humildemente, fielmente, la divina voluntad.

(Pablo VI)





Señor, haz que mi fe sea pura, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas.

Señor, haz que mi fe sea libre, es decir, que cuente con la aportación personal de mi opción, que acepte las renuncias y los riesgos que comporta y que exprese el culmen decisivo de mi personalidad: creo en Ti, Señor.

Señor, haz que mi fe sea cierta: cierta por una congruencia exterior de pruebas y por un testimonio interior del Espíritu Santo, cierta por su luz confortadora, por su conclusión pacificadora, por su connaturalidad sosegante.

Señor, haz que mi fe sea fuerte, que no tema las contrariedades de los múltiples problemas que llena nuestra vida crepuscular, que no tema las adversidades de quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega, sino que se robustezca en la prueba íntima de tu Verdad, se entrene en el roce de la crítica, se corrobore en la afirmación continua superando las dificultades dialécticas y espirituales entre las cuales se desenvuelve nuestra existencia temporal.

Señor, haz que mi fe sea gozosa y dé paz y alegría a mi espíritu, y lo capacite para la oración con Dios y para la conversación con los hombres, de manera que irradie en el coloquio sagrado y profano la bienaventuranza original de su afortunada posesión.

Señor, haz que mi fe sea activa y dé a la caridad las razones de su expansión moral de modo que sea verdadera amistad contigo y sea tuya en las obras, en los sufrimientos, en la espera de la revelación final, que sea una continua búsqueda, un testimonio continuo, una continua esperanza.

Señor, haz que mi fe sea humilde y no presuma de fundarse sobre la experiencia de mi pensamiento y de mi sentimiento, sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo, y no tenga otra garantía mejor que la docilidad a la autoridad del Magisterio de la Santa Iglesia. Amén.


(Pablo VI)



La fe es un camino que se anda, no un lugar al que se llega. No te encuentras con Jesús para quedarte sentado, en éxtasis, por más que desees decir como Pedro:  que bien se está aquí (Mt 17, 4 ). Tienes que seguir.

Caerás, a veces caerás; te resbalarás, tropezarás, tendrás miedo, pereza, viejos hábitos arraigados que te llamarán a volver atrás. Por eso el Maestro dijo: Yo soy el camino (Jn 14, 6) . Por eso dijo:  ven y sígueme (Mc 10, 21). Para que avances, para que avancemos, como peregrinos que somos en este mundo.

¿Vamos alegres? Sí, muy alegres; pero con la alegría de Cristo que no es la alegría del mundo. ¿De fiesta? Sí, con Él estamos de fiesta, pero en la fiesta de Cristo que no es la fiesta del mundo.

Encontrarás hermanos. Muchos hermanos; a cada paso descubrirás que tienes más y más hermanos. Padre nuestro, dices al rezar; sí, Padre nuestro. Padre tuyo, padre mío, padre de todos. Primero son palabras, después, lo vives y te edifica el hecho de ir comprendiendo, desde la razón tanto como desde el corazón, que Su palabra es La Verdad. Que todos somos hermanos.

Algunos no te caerán bien. A otros, no les caerás bien. Eso te podrá resultar incómodo, molesto e irritante. De esa incomodidad, esa molestia y esa irritación te reirás y la olvidarás cuando la eches a un lado y quites ese peso inútil de tu equipaje. Siempre que sigas adelante, con Su Gracia, lo conseguirás.

Poco a poco, casi sin notarlo, tus YO, Yo, yo, yo, se irán empequeñeciendo, mostrándose como lo que realmente son: anclas, lastre, cadenas que, creías, tenían el poder de mantenerte encerrado, aislado, atascado, paralizado, estancado; usa el adjetivo que mejor te parezca. Y ¿Qué o quienes son mis yo, yo, yo, yo? Yo quiero, yo tengo, yo hago, yo sé.

Deja que la gracia de Dios, en su misericordia infinita, te libere y te sane de las ataduras y camina con Jesús, con la fuerza de Su Espíritu Santo, en comunión con Su Iglesia
.
Que María santísima interceda por ti, por mí y por todos nosotros, para llevarnos a su Hijo, el hijo de Dios, que por nosotros entrego su vida en la cruz y por nosotros resucitó de entre los muertos. Amén.




“Oh, Dios misericordioso que no nos desprecias sino que continuamente nos colmas de tus gracias, nos haces dignos de Tu reino y en Tu bondad llenas con los hombres los lugares abandonados por los ángeles ingratos.
Oh Dios de gran misericordia que has apartado Tu santa vista de los ángeles rebeldes dirigiéndola al hombre arrepentido, sea honor y gloria a Tu misericordia insondable…” (Sor Faustina)


Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y lí­branos del mal. Amén

Dios te salve María llena eres de gracias el Señor está contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén





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