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Mostrando las entradas etiquetadas como San Francisco

San Francisco: «juglar de Dios»

«Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas» Para Francisco la naturaleza no está corrompida. La naturaleza y la vida proceden de Dios . Están ahí para manifestarlo y servirlo. El mundo todo, por lo mismo, es un inmenso coro del que se alza un canto de alabanza jamás interrumpido. Francisco canta a las criaturas con un amor de pobre que le impide desear poseerlas. Nunca él se ha atrevido a materializar el espíritu, pero tampoco él ha osado nunca espiritualizar la naturaleza. En verdad, en su materialidad él no veía ni contemplaba sino su significado nuevo, espiritual, como en la mañana del mundo, cuando todo salió bello y puro de las manos de Dios. Francisco, por eso, predicó a los pájaros e inundado de gozo los bendijo (1 Cel 58). Acogió con premura y alegría a un pez, estando él en el lago Trasimeno, llamándolo hermano (1 Cel 61). Al contemplar el sol, la luna y las estrellas del firmamento sus ojos y su ánimo rebosaban de gozo (1 Cel 80). Se hizo amigo de ...

Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián

Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento. ( San Francisco de Asís )

San Francisco de Asís

(*) —¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti? ¿Por qué todo el mundo viene en pos de ti? Así le preguntaba cierto día a San Francisco uno de sus discípulos, intrigado por la irresistible atracción que ejercía un hombre externamente tan despreciable como el Pobrecillo de Asís. Fray Maseo, que tal era el nombre del que preguntaba, se planteó hace ya siete siglos un problema que todavia hay sigue intrigando a cuantos reflexionan sobre él. Prescindiendo de los innumerables simpatizantes que San Francisco tiene, tanto entre los católicos como entre los que no lo son, cuarenta y seis mil religiosos, ciento cincuenta mil religiosas y tres millones de terciarios franciscanos están atestiguando que todavía subsiste actualmente el hecho observado por fray Maseo. Nuestra sabiduría popular lo ha reflejado en el adagio de que "o por fraile o por hermano, todo el mundo es franciscano". Y esto viene sucediendo así desde hace setecientos años. ¿Qué tendrá San Francisco para ejercer esta...

San Francisco de Asís y la verdadera alegría

El mismo fray Leonardo refirió allí mismo que cierto día el bienaventurado Francisco , en Santa María, llamó a fray León y le dijo: – «Hermano León, escribe.» El cual respondió: – «Heme aquí preparado.» – «Escribe –dijo– cuál es la verdadera alegría. Viene un mensajero y dice que todos los maestros de París han ingresado en la Orden. Escribe: No es la verdadera alegría. Y que también, todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; y que también, el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: No es la verdadera alegría. También, que mis frailes se fueron a los infieles y los convirtieron a todos a la fe; también, que tengo tanta gracia de Dios que sano a los enfermos y hago muchos milagros: Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría. Pero ¿cuál es la verdadera alegría?

Carta de San Francisco de Asís a las autoridades de los pueblos

1 A todos los "podestà" (*) y cónsules, jueces y gobernantes de toda la tierra y a todos los demás a quienes lleguen estas letras, el hermano Francisco, vuestro pequeñuelo y despreciable siervo en el Señor Dios, os desea a todos vosotros salud y paz. 2 Considerad y ved que el día de la muerte se aproxima (cf. Gén 47,29).  3 Os ruego, por tanto, con la reverencia que puedo, que no echéis en olvido al Señor ni os apartéis de sus mandamientos a causa de los cuidados y preocupaciones de este siglo que tenéis, porque todos aquellos que lo echan al olvido y se apartan de sus mandamientos, son malditos (cf. Sal 118,21), y serán echados por él al olvido (Ez 33,13). 4 Y cuando llegue el día de la muerte, todo lo que creían tener, se les quitará (cf. Lc 8,18). 5 Y cuanto más sabios y poderosos hayan sido en este siglo, tanto mayores tormentos sufrirán en el infierno (cf. Sab 6,7). 

San Francisco de Asís y la navidad

Fr. Tomás Gálvez. Sucedió en Rivotorto, en el año 1209. El 25 de diciembre de ese año cayó en viernes y los hermanos, en su ignorancia, se preguntaban si había que ayunar o no. Entonces fray Morico, uno de los primeros compañeros, se lo planteó a San Francisco y obtuvo esta respuesta: "Pecas llamando 'día de Venus' (eso significa la palabra viernes) al día en que nos ha nacido el Niño. Ese día hasta las paredes deberían comer carne; y, si no pueden, habría que untarlas por fuera con ella". La devoción de San Francisco por la fiesta de la Natividad de Cristo le venía, pues, ya desde los comienzos de su conversión, y era tan grande que solía decir: "Si pudiera hablar con el emperador Federico II, le suplicaría que firmase un decreto obligando a todas las autoridades de las ciudades y a los señores de los castillos y villas a hacer que en Navidad todos sus súbditos echaran trigo y otras semillas por los caminos, para que, en un día tan especial, todas las aves tuv...

Carta de San Francisco a todos los fieles

De la carta de San Francisco de Asís dirigida a todos los fieles   Debemos ser sencillos, humildes y puros. La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno, tan santo y tan glorioso, fue anunciada por el Padre altísimo, por boca de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza humana, frágil como la nuestra. El, siendo rico sobre toda ponderación, quiso elegir la pobreza, junto con su santísima madre. Y, al acercarse su pasión, celebró la Pascua con sus discípulos. Luego oró al Padre, diciendo: Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mi ese cáliz. Sin embargo, sometió su voluntad a la del Padre. Y la voluntad del Padre fue que su Hijo bendito y glorioso, a quien entregó por nosotros y que nació por nosotros, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y víctima en el ara de la cruz, con su propia sangre, no por sí mismo, por quien han sido hechas todas las cosas, sino por nuestros pecados, dejándonos un ej...

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz

Oración Franciscana  ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría. ¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe; olvidando, como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita a la vida eterna.

El signo TAU (2)

El Pergamino de San Francisco El pergamino de 14 por 10 centímetros que Francisco le regaló a fray León , está escrito por las dos caras. En el reverso de las Alabanzas de Dios se encuentra la siguiente bendición: «El Señor te bendiga y te guarde; te muestre su faz y tenga misericordia de ti. Vuelva su rostro a ti y te dé la paz. El Señor te bendiga, fray León». Debajo de esta bendición de Francisco, fray León añadió en tinta roja las siguientes palabras: «El bienaventurado Francisco escribió de su propia mano esta bendición a mí, fray León». Y más abajo añade: «De manera semejante hizo de su propia mano este signo Tau, y la cabeza». El texto de la Bendición a fray León (BenL) escrita por Francisco reproduce casi al pie de la letra la bendición de Aarón, del libro de los Números (Núm 6,24-26). Lo que Francisco añadió al texto bíblico-litúrgico fueron unas pocas palabras, pero muy importantes, por ser suyas propias: «¡El Señor te bendiga, fray León!» Francisco ex...

El signo TAU

La Tau «T» es la última letra del alfabeto hebreo . Decimonona letra del alfabeto griego , que corresponde a la que en el nuestro se llama «te». Pero es también una señal o signo, todo un símbolo. San Francisco profesaba una profunda devoción al signo Tau, del que habla expresamente el profeta Ezequiel (9,3-6) y al que se refiere implícitamente el Apocalipsis (7,2-4). Con ella firmaba cartas y marcaba paredes, y sanaba heridas y enfermedades. En el ánimo de Francisco pudieron influir el discurso con que Inocencio III abrió el Concilio IV de Letrán, la cruz en forma de tau que llevaban los monjes antonianos sobre el escapulario, la liturgia y el arte sagrado, etc. Para el Santo, la Tau, como la cruz cristiana, era signo de conversión y de penitencia, de elección y de protección por parte de Dios, de redención y de salvación en Cristo. Desde hace algunos decenios, se ha revalorizado el uso de la Tau en la familia franciscana; se la ve frecuentemente en libros, revistas...