Ven, Espíritu Santo, danos un corazón grande, abierto a tu silenciosa y potente palabra inspiradora;
un corazón hermético ante cualquier ambición mezquina; un corazón grande para amar a todos,
para servir a todos, para sufrir con todos; un corazón fuerte para resistir a cualquier tentación,
cualquier prueba, cualquier desilusión, cualquier ofensa;
un corazón feliz de poder palpitar al ritmo del corazón de Cristo
y cumplir humildemente, fielmente, la divina voluntad.