La fe no es
una emoción. La fe se vive día a día y en cada momento de cada día. Las
emociones varían de un momento a otro, y
si nuestra vida espiritual la llevamos atada a ellas hoy podríamos amanecer
exultantes en el amor a Dios y para el mediodía no creer ni un poco; después
nos pasa algo agradable por la tarde y sentimos que nuestra fe regresa, para
desaparecer de nuevo por la noche porque nos encontramos sin agua o nos damos
un martillazo en un dedo.
No limites el encuentro con Jesús
a un simple "sentir bonito". Vívelo en las alegrías cotidianas y
también en los malos ratos; el Señor ha puesto en ti Su Amor y está contigo
siempre.