Por aquellos días —dice el santo cronista Lucas— partió María y se dirigió aceleradamente a la montaña, a una ciudad de Judá..." " He aquí la esclava del Señor... " Imaginad a María. En el pequeño cuarto de su casa nazarena, donde aún queda el aire removido por las alas del ángel. Fuera, en la calle, seguirían los ruidos mínimos y familiares. El zurear de las palomas en el alero, el grito de los pájaros, el chorro de una fuente, el sol sobre la hierba —misterioso ruido de alegría vital que sólo escuchan los ángeles—... La estancia, ya vacía. Pero el corazón de la Doncella lleno de cosas que empiezan. Ella, en la penumbra, bajo la sombra del Espíritu Santo que la cubre como unas alas. Ella, aún con los ojos cerrados, apretados fuertemente para que no se le escape el misterio. Ella, aún con las manos sobre el regazo, junto a la artesa, la tinaja o la masa que enleudar. —Y mira —ha dicho el ángel —, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en edad ...
"Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva." Juan 4,10