La esperanza de tener esperanza

 
«Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.» (Juan 20, 13)

Ella llora el no saber dónde está el Señor, a dónde lo han llevado, quién se lo ha quitado. Se trata entonces de un dolor que puede identificar, que tiene una razón evidente, un porqué. Más allá del pesar persiste una certeza: si lo busca habrá de hallarlo nuevamente. Pero existe un dolor que tal vez sea más grande; un dolor sin esperanza, un dolor que es un vacío que no se sabe cómo llenar. Un dolor inmenso cuyo origen no se puede identificar con los sentidos; es el abandono de los que viven como anestesiados por los poderes efímeros del mundo.

Hoy son millones y millones los que han perdido el camino y no lo saben, les han quitado la oportunidad de escuchar una voz, una palabra, que les haga saber que no son veletas al viento, que son hijos de un padre que los ama, que tienen a quien recurrir. El Señor que da la vida por ellos.

Buscan al Señor y no saben que lo buscan. El mundo les arrebata hasta la esperanza de tener esperanza. Les llena los sentidos con banalidades que apagan la mente y no dejan escuchar al corazón. El mundo les niega a Dios cada instante. Hay que anunciarles Su nombre…

Foto: cathopic.com


Lectura del Santo Evangelio según san Juan
 
"...Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.» Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.» Jesús le dice: «María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» - que quiere decir: «Maestro» -. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.» Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras..."



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