Nadie puede contar cuántos millones de avemarías se elevan al cielo cada día. Sin embargo, a pesar de su popularidad, le llevó siglos a esta oración desarrollarse.
Esta oración está compuesta de dos partes. La primera consta de una doble salutación extraída del Evangelio:
1 – La salutación del arcángel Gabriel, enviado por Dios a fin de anunciar la divina maternidad de María:
“Ave, llena de gracia, el Señor es contigo” (Lc. 1, 28);
2 – La salutación de Santa Isabel, prima de Nuestra Señora, que inspirada por el Espíritu Santo proclamó:
“Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre” (Lc. 1, 42).
A estas dos salutaciones fueron añadidas dos palabras para que ellas fuesen más distintamente enunciadas: María (Ave María…) y Jesús (de tu vientre, Jesús).
La segunda parte de la oración contiene una súplica.
Estas dos salutaciones dichas juntas eran todo el Ave María durante más de mil años.
El primer documento escrito en que aparece el uso de la salutación del ángel es la Homilía de un cierto Theodoto Ancyrani, fallecido antes del año 446.
En ella es explícitamente afirmado que, impelidos por los palabras del ángel, decimos: “Ave, llena de gracia, el Señor es contigo”.
En cuanto al saludo de Santa Isabel, aparece unido al del ángel alrededor del siglo V.
Las dos salutaciones conjugadas ya se encuentran en las liturgias orientales de Santiago (en uso en la Iglesia de Jerusalén), de San Marcos (en la Iglesia Copta) y de San Juan Crisóstomo (en la Iglesia de Constantinopla).
El nombre María fue añadido a las palabras del ángel, en Oriente, alrededor del siglo V, según parece, en la liturgia de San Basilio.
En Occidente, no obstante, parece que esto ocurrió aproximadamente en el siglo VI, al figurar en una de las obras de San Gregorio Magno, el Sacramentario Gregoriano.
El nombre Jesús fue añadido a las palabras de Santa Isabel probablemente un siglo después, en Oriente, figurando por primera vez en cierto Manual de los Coptos, tal vez en el siglo VII.
En Occidente, sin embargo, el primer documento que registra el nombre del Redentor es la Homilia III sobre María, madre virginal, de San Amadeo, obispo de Lausana (Suiza, aproximadamente en 1150), discípulo de San Bernardo.
La segunda parte de la oración (Santa María, etc.), la súplica, ya era empleada en la Letanía de los Santos.
En determinado códice del siglo XIII, de la Biblioteca Nacional Florentina, que perteneciera a los Siervos de María del Convento de la Beata María Virgen Saludada por el Angel, en Florencia, se lee esta oración:
“Ave dulcísima e inmaculada Virgen María, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, madre de la gracia y de la misericordia, ruega por nosotros ahora y en la hora de la muerte. Amén”.
Pero no fue hasta el siglo XV que los católicos añadieron formalmente la última parte de la oración, “Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”
La fórmula precisa del Avemaría, como es rezada hoy, se encuentra por primera vez en el siglo XV, en el poema acróstico del venerable Gasparini Borro O.S.M.
El Papa San Pío V aprobó formalmente el Ave María completo en 1566, y los católicos la han estado recitando de este modo desde entonces.
El Ave María se convirtió en un saludo entre los cristianos.
San Jerónimo escribió, “las verdades contenidas en el Ave María son tan sublimes, tan maravillosas que ningún hombre o ángel podían comprenderlas plenamente”.
Fuente: forosdelavirgen.org
Fotos: gustavo_arce y Victor Pérsigo
Compartir