Por ti he soportado afrentas y la vergüenza cubrió mi rostro; me convertí en un extraño para mis hermanos, fui un extranjero para los hijos de mi madre: porque el celo de tu Casa me devora, y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian. Cuando aflijo mi alma con ayunos, aprovechan para insultarme; cuando me visto de penitente, soy para ellos un motivo de risa; los que están a la puerta murmuran contra mí, y los bebedores me hacen burla con sus cantos. Pero mi oración sube hasta ti, Señor, en el momento favorable: respóndeme, Dios mío, por tu gran amor, sálvame, por tu fidelidad. Sácame del lodo para que no me hunda, líbrame de los que me odian y de las aguas profundas; que no me arrastre la corriente, que no me trague el Abismo, que el Pozo no se cierre sobre mí. Respóndeme, Señor, por tu bondad...
"Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva." Juan 4,10