Por ti he soportado afrentas y la vergüenza cubrió mi rostro; me convertí en un extraño para mis hermanos, fui un extranjero para los hijos de mi madre: porque el celo de tu Casa me devora, y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
Cuando aflijo mi alma con ayunos, aprovechan para insultarme; cuando me visto de penitente, soy para ellos un motivo de risa; los que están a la puerta murmuran contra mí, y los bebedores me hacen burla con sus cantos.
Pero mi oración sube hasta ti, Señor, en el momento favorable: respóndeme, Dios mío, por tu gran amor, sálvame, por tu fidelidad.
Sácame del lodo para que no me hunda, líbrame de los que me odian y de las aguas profundas; que no me arrastre la corriente, que no me trague el Abismo, que el Pozo no se cierre sobre mí.
Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor, por tu gran compasión vuélvete a mí; no te ocultes el rostro a tu servidor, respóndeme pronto, porque estoy en peligro.
Acércate a mi y rescátame, líbrame de mis enemigos: tú conoces mi afrenta, mi vergüenza y mi deshonra, todos mis enemigos están ante ti.