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Metanoia. Llamados a una total y verdadera transformación


Manuel Rodriguez Diaz

En general, cuando hablamos de dejar todo para seguir a Jesús, cuando hablamos de cambio y de ser mejores, nos referimos a dejar atrás todo lo que consideramos malo; lo que nos daña a nosotros mismos y con lo que hacemos daños a los demás. Hablamos de cumplir los mandamientos (“No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre…”)

- «Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno mas que Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Él replicó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres --así tendrás un tesoro en el cielo--, y luego sígueme”. Ante estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico» (Marcos 10, 17-22).-

Este deseo de dejar lo malo en nosotros es, por supuesto, justo, correcto, positivo, pero Jesús nos pide ir aún más allá Él no nos pide que hagamos únicamente lo mínimo necesario para ser considerados buenos ante el mundo; Él nos llama a una total y verdadera transformación (Metanoia).

Vender todo lo que tienes implica desprenderse de uno mismo; desprenderse de los apegos materiales, para entender que las cosas; sean bienes, dinero, objetos, son herramientas para el diario vivir, mas, no son el fin último de nuestra existencia.

Vender todo lo que tienes, es aprender a darnos confiando absolutamente en aquel que te ha llamado; Él no te dejará sólo a la vera del camino.

Vender todo lo que tienes, es saber aprovechar el conocimiento y la riqueza intelectual sin dejarse cegar por ellos, teniendo presente que estos nada son ante la Sabiduría de Dios.

Que María santísima nos ayude a comprender lo que pide de nosotros su hijo Jesús, nuestro Señor.




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