1. Terminología.- En el lenguaje bíblico la metanoia dice más que el término «conversión» según su acepción moderna de paso de una convicción o de una conducta a otra, ya que en la Escritura encierra la idea de permanencia que surge de la nueva orientación existencial que provoca.
Todo este rico proceso espiritual se traduce mediante una doble serie de términos: 1) los que se relacionan con la raíz hebrea shlub, traducida en el griego de los Setenta por compuestos del verbo strepho, especialmente epistrepho, y 2) los que se refieren a la raíz nhm, traducidos siempre por metaneo/metanoia. La primera serie es la más abundante, sobre todo en el Antiguo Testamento, y conserva su sentido original concreto de «volver, invertir el camino, apartarse de un camino seguido hasta entonces», con la doble connotación de movimiento tanto fisico (vuelta del destierro) como psicológico (conversión religiosa). En el Nuevo Testamento, entre los diversos compuestos de strepho, tan sólo epistrepho posee, y no siempre, un sentido claramente religioso. En cuanto a la segunda serie de términos, en el Antiguo Testamento es menos frecuente que la primera y conserva también la connotación original de nhm («sollozar, suspirar»), que en forma reflexiva dice "arrepentirse, dolerse», no siempre en un sentido primordial y exclusivamente religioso. Por eso, "estos términos no evocan para el lector del Antiguo Testamento una actitud o una iniciativa característica de la fe de Israel» (J Guillet, Metanoia, 1094).
Por el contrario, cuando se pasa al Nuevo Testamento, se observa el fenómeno contrario: metanoeo/metanoia son mucho más usados que epistrepho, y siempre para indicar una actitud de fondo de la fe cristiana. Si se tiene en cuenta que el Antiguo Testamento de los Setenta distingue siempre rigurosamente entre metanoeo y epistrepho, por lo que nunca se traduce shub por metanoeo y, viceversa, nunca se traduce niham por strepho o alguno de sus compuestos, hay que concluir que metanoeo/metanoia en el Nuevo Testamento significan esencialmente narrepentirse» y «arrepentimiento». Sin embargo, no por eso se puede separar drásticamente la «conversión» del Antiguo Testamento del «arrepentimiento» del Nuevo, ya que los contactos entre ambos conceptos están presentes tanto en el Antiguo (Gn 3,9; Ex 32,12; Jr 31,18-19) como en el Nuevo Testamento (Lc 17,4; Hch 3,19: 26,20).
2. Concepto.- De hecho, los caracteres y el contexto existencial del «arrepentimiento» neotestamentario coinciden en sus contenidos con la « conversión» del Antiguo Testamento. En efecto, en ambas partes encontramos la misma exigencia imperiosa de un cambio de vida, la misma necesidad que surge de un acontecimiento inminente (la llamada profética en el Antiguo Testamento. la venida del Reino de Dios en el Nuevo), la misma ruina irreparable para los que se niegan a entrar en el Reino de Dios, así como, por otra parte, la misma promesa esperanzadora para los que acogen la llamada (cf. J. Guillet, Metanoia, 1095).
Además, la idea subyacente a esta exigencia de cambio de vida es siempre la misma: volver, recorrer en sentido inverso el camino hecho, convertirse con un arrepentimiento sincero (Hch 3,19), con la convicción de acoger de este modo la invitación al encuentro con Dios, roto por el propio pecado (Os 2,9; 6,1. 14,2; Jr 24,7. 25,5; Hch 2,38; 3,19.26; 1730). Ésta es la condición esencial para poder "creer» en la buena nueva de la llegada del Reino de Dios y para adherirse a él (Mc 1,15; Hch 1 1,21). Para los judíos se tratará de «volver» al Dios de la alianza, reconociéndolo presente ahora en la persona de Jesús de Nazaret, constituido Señor por su resurrección de entre los muertos (Hch 2,36; 2 Cor 3,16- 18); los paganos, por el contrario, tienen que volver a Dios abandonando sus propios ídolos (1 Tes 1,9; Gá14,9; 1 Cor 7 14; Hch 14,15).
En este contexto existencial la metanoia combina necesariamente la connotación de pesar Y de arrepentimiento por el planteamiento equivocado de la vida anterior (valor semántico propio de la raíz hebrea nhm) con la de un profundo cambio interior, expresado por la preposición meta unida a la radical de nous (sentimiento, entendimiento, ánimo), que lleva a un cambio radical del ánimo (Heb 6,6) y de sus orientaciones determinantes. Así pues, la metanoia tiene como característica específica la de inaugurar un nuevo modo de situarse en la existencia, debido al hecho de que el individuo ha abierto su propio ánimo de forma total e incondicionada a la llamada de Dios.
Este sentido resalta con claridad en los textos en que hay una relación entre metanoein y epistrephein (Hch 3,19; 20,26). En estos casos, mientras que metanoein subraya el arrepentimiento que lleva a alejarse del camino equivocado, epistrephein acentúa la nueva dirección positiva que se imprime a la propia existencia: al dirigirse una persona hacia Dios y hacia Cristo, el Señor (Hch 20,21), fija la atención en el nuevo estilo de vida que de allí se deriva para él (Hch 26,20).
En esta perspectiva la metanoia constituye en la vida del creyente un hecho permanente y no sólo el punto inicial de su nueva orientación religiosa. Este dato aparece sobre todo en el vínculo que tiene la metanoia con el bautismo. Si la metanoia representa la respuesta del hombre a la llamada divina, el bautismo expresa el momento de la intervención salvífica de Dios, que hace nacer la comunión de vida entre Dios y el hombre, comunión que hay que proseguir luego en un continuo crescendo. «Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal. No os sometáis a sus apetitos, ni prestéis vuestros cuerpos como armas perversas al servicio del pecado. Ofreceos más bien a Dios como lo que sois: muertos que habéis vuelto a la vida, y haced de vuestros miembros instmmentos de salvación al servicio de Diosn (Rom 6,12-13).
Sin embargo, a pesar de la exigencia del concurso humano activo para que pueda realizarse, la metanoia sigue siendo un don de Dios: "(Dios lo (a Cristo) ha exaltado a su derecha como príncipe y salvador, para dar a Israel la ocasión de arrepentirse y de alcanzar el perdón de los pecados" (Hch 5,31; cf. 11,18; 2 Tim 2,25). Por eso la metanoia, además de constituir el objeto de un imperativo urgente, es también el punto central de la buena nueva por parte de Juan Bautista (Mt 3,2; Mc 1,4; Lc 3,3), de Jesús (Mt 4,17. Mc 1,15) y de los apóstoles (Hch 2,38; 20,21; 26,20), ya que representa la notificación de que Dios quiere nuestra salvación a través de nuestra adhesión a una vida de comunión con él. Este aspecto gracioso de la metanoia es postulado por su misma naturaleza, que, como se ha visto, lleva a cabo una revolución radical en la vida del individuo.
Se identifica, en otros términos, con la opción fundamental que lleva a cabo el creyente en su existencia. Y esta iniciativa no le es posible más que con la intervención determinante de la ayuda divina. Estando así las cosas, no nos sorprende ver cómo a menudo la metanoia está presente en el mensaje del Nuevo Testamento, incluso donde no se la menciona expresamente, hecho que se percibe sobre todo en los escritos joáneos, en los que se la vislumbra en el discurso sobre la fe, vista como opción radical del creyente. En este sentido el paralelismo en Juan del sinóptico «convertíos y creed en el evangelio" (Mt 4,17. , Mc 1,15) lo tenemos en Jn 6,29: "(Ésta es la obra de Dios: creer en el que ha enviadon. En esta misma perspectiva insistirá Juan en la exigencia del dinamismo progresivo de la vida de fe, lo mismo que los sinópticos insisten en la metanoia como hecho que afecta a toda la existencia cristiana. Este postulado se enuncia de manera casi programática como la conclusión del signo de Caná: (" Eslo sucedió en Caná de Galilea. Fue el primer signo realizado por Jesús. Así empezó a manifestar (¡aoristo ingresivo!) su gloria y sus discípulos empezaron a creer (¡otro aoristo ingresivo!) en él" (Jn 2,1 1).
3. Efectos de la metanoia.- Estos efectos se enuncian siempre en el Nuevo Testamento de forma muy amplia.
Tenemos en primer lugar la afirmación general de que la metanoia hace entrar en la vida, dicha de forma absoluta sin ninguna especificación, lo cual significa que la metanoia hace participar de la vida plena y verdadera, que es únicamente la vida divina: es la que perciben los fieles de la comunidad de Jerusalén en los paganos que se han convertido: « ¡Así que también a los paganos les ha concedido Dios la conversión que lleva a la vida!" (Hch 11,1 8; cf. Heb 6,1). Pero esto sólo es posible en la medida en que la conversión crea las condiciones de ánimo para que Dios pueda perdonar los pecados (Mc 1,4; Lc3,3; 24,47; Hch2,38; 3,19; 5,31).
Esta ruptura completa y definitiva con el mal traslada al convertido a una existencia totalmente comprometida al servicio convencido y filial de Dios ( 1 Tes 1,9), ya que lleva a la fe verdadera, haciendo al individuo disponible para acoger la propuesta salvífica de Dios en su integridad y de forma incondicionada: ("Sin hacer diferencia entre ellos (los paganos) y nosotros, (Dios) purificó sus corazones con la fe" (Hch 15,9).
A. Dalbesio
Bibl.: AA. VV., Conversión, penitencia, arrepentimiento, en DTNT. 1, 331 -338: D. Borobio, Conversión, en CFP 209-226; F Herráez, Conversión, en CF, 249-256: Vergés, La conversión cristiana en san Pablo, Secretariado Trinitario, Salamanca 1981 : B. Haring, La conversión, en Pastoral del pecado, Verbo Divino, Estella 1970, 97-202,
Fuente: mercaba.org