Bendice a mis enemigos, Señor. Yo también los bendigo y no los maldigo. Mis enemigos me han llevado a tus brazos más que mis amigos. Mis amigos me han atado a la tierra, mis enemigos han hecho que me desprenda de ella y han destruido mis aspiraciones en este mundo. Mis enemigos han hecho que sea un extranjero en los reinos de la tierra y que habite como forastero en este mundo. Del mismo modo que un animal perseguido por los cazadores encuentra un refugio más seguro que un animal despreocupado, yo, perseguido por mis enemigos, encontré el santuario más seguro oculto bajo tu tabernáculo, donde ni amigos ni enemigos pueden matar mi alma. Bendice a mis enemigos, Señor. Yo también los bendigo y no los maldigo. Ellos han confesado mis pecados ante el mundo en mi lugar. Me han castigado cuando yo he dudado en castigarme. Me han atormentado, cuando he intentado huir de los sufrimientos. Me han reprendido, cuando yo me envanecía. Me han escupido, cuando estaba lleno de arrogancia. Bendice a mi...
"Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva." Juan 4,10