Caminando con la Cruz. Breves meditaciones sobre el Viacrucis



Caminando con la Cruz 
Breves meditaciones sobre el Viacrucis
Manuel Rodriguez Diaz

+ En el nombre del Padre + del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén
Padre nuestro. Ave María. Gloria

Señor, que la meditación de tu Pasión y Muerte nos enseñe a tomar nuestra cruz de cada día y seguirte. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos, amén.

1ª Estación: Jesús es condenado a muerte.

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Fue ofrecido en sacrificio porque Él mismo lo quiso ; y no abrió su boca para quejarse; conducido será a la muerte sin resistencia suya, como va la oveja al matadero; y guardará silencio, sin abrir siquiera su boca, como el corderito que está mudo delante del que le esquila (Isaías 53, 7-8)
Jesús es condenado a morir; Él es el Camino, pero un camino que muchos se negaron ayer y, aún muchos más, se niegan hoy a transitar.
Él es la Verdad, pero la verdad duele, la verdad, revela nuestras miserias, la verdad obliga a cambiar, la verdad despoja a la mentira de todo poder, la verdad ilumina y acaba con la oscuridad; por eso se negaron a creer, por eso se niegan a creer. Por eso nos negamos a creer.
La miseria humana, la mentira y la oscuridad, furiosamente rechazan y condenan la verdad. Pero Jesús, la verdad, fue, es y será por siempre aunque se nieguen, me niegue o te niegues a creer.
La vida es condenada a muerte todos los días; en los niños descuartizados o envenenados antes de nacer, y en la multitud de expresiones de la indiferencia, la indolencia y la crueldad de la que somos capaces.
Perdónanos, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria

2ª estación: Jesús carga con la Cruz.

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Él mismo tomó sobre sí nuestras dolencias y pecados, y cargó con nuestras penalidades (Isaías 53, 4)

El hijo de Dios toma sobre si el peso de la humanidad. La cruz pesa, como pesa la culpa, el dolor, el miedo. Pero sin ella, no hay redención. 

Queremos vivir ligeros, light, viajar cómodos, pero cuantas veces la comodidad es una mentira, un espejismo, un truco, un engaño; un deseo de gloria sin esfuerzo, de ver la luz al final del túnel sin atravesarlo.

Hay culpa, hay dolor, hay miedo, y no se superan pretendiendo que no existen. Si no se llevan a cuestas, si no se asumen, nos abatirán. 

Jesús carga el peso. El peso de la culpa, del dolor, del miedo… y los vence.

Fortalécenos, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria


3ª estación: Jesús cae por primera vez.

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Como ovejas descarriadas hemos sido todos nosotros; cada cual se desvió de la senda del Señor para seguir su propio camino, y a Él solo le ha cargado el Señor sobre las espaldas la iniquidad de todos nosotros (Isaías 53,6)

Jesús cae; el peso es inmenso, el castigo es inhumano. Jesús cae como cae cada hombre oprimido por la injusticia, por la perversidad, por la indolencia. Por el hambre, por la sed, por la explotación contra los más débiles, por el odio y la venganza. Por el tráfico de seres humanos.

Jesús cae por primera vez. El hijo de Dios se ha hecho hombre, su fuerza física es la de un hombre, cae, pero no se queda tendido; no se rinde ante el peso del castigo. Se levanta para que todo el peso de la cruz, sea liberado por su redención.

Te damos gracias, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria


4ª estación: Jesús se encuentra con su madre

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

¿Acaso puede la mujer olvidarse de su niño, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar Yo no te olvido. (Isaías 49, 15-16)

María está allí. Ella, la primera cristiana, la que, para que vinieras al mundo, dijo Sí, hágase tu voluntad. La que guardaba todas las cosas en su corazón. Ella sufre con tu dolor y te acompaña, ella te sigue aún, y sobre todo, en el camino de la cruz.

Sin quejas, tal vez sin palabras, acompañó el lento y penoso caminar de aquel que carga un peso injusto, un castigo inmerecido. 

María la madre, está allí, siempre está allí; para llevarnos hacia Él.

A seguirte, según tu voluntad, enséñanos, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria



5ª estación: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Al conducirle al suplicio, echaron mano de un tal Simón, natural de Cirene, que venía de una granja: y le cargaron la cruz para que la llevara en pos de Jesús (Lucas 23, 26)

Jesús, muchos te admiran, se maravillan ante tus palabras y ejemplo. Muchos caminaron contigo y detrás de ti. Muchos te buscaron cuando no tenían esperanza; fueron a ti pidiendo salud, alimento, perdón, paz. Pero al verte con la cruz a cuestas no hay quien te quiera ayudar.

Simón de Cirene, ¿obligado?, te echa una mano para que puedas continuar. 

Tanta gente, tantas veces, en tantos lugares, necesita la mano de alguien que brinde apoyo, comparta el sufrimiento y sea testigo de la redención.

Toma mi mano, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria

6ª estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. (Mateo 5, 7)

¿Quién se atreve a limpiar el rostro de aquel que es despreciado por todos? ¿Quién se atreve a limpiar un rostro sucio de sangre, polvo y sudor?

Hace falta un corazón que se conmueva por el dolor del que padece, pero también una acción decidida para, al menos, aliviar ese padecer.

Anímanos, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria


7ª estación: Jesús cae por segunda vez

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Despreciado, y el desecho de los hombres, varón de dolores, y que sabe lo que es padecer; y su rostro como cubierto de vergüenza y afrentado; por lo que no hicimos ningún caso de Él (Isaías 53,3)

Un nuevo tropiezo, quizás un violento empujón. Las fuerzas disminuyen. Jesús cae. Una vez y otra vez cae bajo el agobiante peso de una carga llena de odio. 

No hay espalda que soporte el llevar encima las culpas, la injusticia, el dolor. Pero esa espalda, esos hombros, esos brazos, esas manos de Jesús, contienen la fuerza más grande, más auténtica. La fuerza del Amor.

Dios es amor, y el amor puede. Dios es amor y el amor soporta. Dios es amor y el amor, por amor, se levanta.

Que todo sea por tu amor y con tu amor, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria
8ª estación: Jesús habla a las mujeres de Jerusalén

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Le seguía gran muchedumbre de pueblo y de mujeres, las cuales se deshacían en llantos. Pero Jesús, vuelto a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloren por Mí, lloren por ustedes mismas y por sus hijos. (Lucas 23, 27-28)

Así habla Jesús. Así es Jesús. Él, que sufre la humillación y el castigo de la cruz, sabe muy bien que esa cruz la lleva por todos nosotros; carga con el peso de nuestras culpas y, antes que pedir la compasión humana, es Él quien se compadece de la humanidad.

No lloren por mí, les dice, lloren por ustedes que sufren una pena que no les dejará hasta que la acepten, carguen con ella y la entreguen al Padre.

Ten misericordia de nosotros, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria


9ª estación: Jesús cae por tercera vez

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Todos los que me miran, hacen mofa de mí con palabras y gestos diciendo: En el Señor esperaba; que le liberte: sálvele, ya que tanto le ama. (Salmo 21, 8-9)

Tercera caída, podría ser el momento de rendirse, ¿aún quedarán fuerzas?

Jesús cae por tercera vez, sólo para levantarse por tercera vez. Porque el mal no vencerá, porque la muerte no puede triunfar, porque la oscuridad ha de rendirse ante la luz.

Una tercera caída que sería el fin para el hombre sin Dios, pero, con Dios, el hombre todo lo puede.

Glorifícate, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria


10ª estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

…y desnudándole le cubrieron con un manto de grana; y entretejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y una caña por cetro en su mano derecha. Y con la rodilla hincada en tierra, le escarnecían, diciendo: Dios te salve, rey de los judíos. (Mateo 27, 28-29)

El que vive hundido en la ignorancia se burla del saber. El que vive en el oscuro pantano, envidia la luminosa llanura, la majestuosidad de la montaña, la brisa fresca del mar.

Jesús es despojado de sus vestiduras para humillarle aún más. Así el mundo humilla y desprecia cada día a los inocentes, a los pobres, a los que nada tienen y nada pueden tener.

Son despojados de sus ropas, sus alimentos, su dignidad, su salud, sus casas, sus derechos, su agua, su vida; son despojados hasta del aire que respiran.

Se les humilla, se les desprecia, se les somete, se les obliga a ser piezas de maquinarias ajenas, a ser ladrillos en la pared de los que ostentan poder.

Por los millones de humillados, despojados, desalojados… perdón, Señor, perdón…


Padre nuestro. Ave María. Gloria


11ª estación: Jesús es clavado en la cruz

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Y cuando llegaron al lugar llamado Calvario, allí le crucificaron; y con Él a los ladrones, uno a la diestra y otro a la izquierda (Lucas 23, 33)

Jesús condenado por proclamar la verdad: es el hijo de Dios; la gran mentira del mundo pretende callarle y hacerle desaparecer. 

Al dolor de los azotes, la marcha forzosa con la cruz a cuestas, la corona de espinas, se le agregan los clavos atravesando manos y pies.

En esos momentos de indescriptible sufrimiento, Jesús padece con los que padecen, hace suyo el dolor de los humildes y pide al Padre que perdone a sus verdugos.

Inmenso es tu amor por nosotros, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria


12ª estación: Jesús muere en la cruz

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Uno de los ladrones que estaban crucificados blasfemaba contra Jesús, diciendo: Si Tú eres el Cristo, sálvate a Ti mismo y a nosotros. Mas el otro le reprendía, diciendo: ¡Cómo!, ¿ni aun tú temes a Dios, estando, como estás, en el mismo suplicio? Nosotros, en verdad, estamos en él justamente, pues pagamos la pena merecida por nuestros delitos: pero Éste ningún mal ha hecho. Decía después a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando hayas llegado a tu reino. Y Jesús le dijo: En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Era casi la hora sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora nona. El sol se oscureció: y el velo del templo se rasgó por medio. Entonces Jesús, clamando con una voz muy grande, dijo: Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto, expiró. (Lucas 23, 39-46)

No hay amor más grande que dar la vida por otro. 

Jesús está ahí, en la cruz. Desangrado, desfigurado. Ha dado la vida por ti, ha dado la vida por mí.
Jesús nos alcanza la misericordia del Padre, pero, ¿me dejo alcanzar por la misericordia? Ha pagado el precio por la redención, pero, ¿abro mis brazos y recibo la redención? ¿Qué estoy haciendo yo?

Me has dado vida, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria

13ª estación: Jesús es bajado de la cruz

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y bañado en especies aromáticas, le amortajaron con lienzos, según la costumbre de sepultar de los judíos. (Juan 19, 40)

Jesús ha compartido la suerte de los desechados, los abandonados, los pisoteados, los ignorados, los parias de la humanidad.

Su cuerpo es bajado de cruz y el dolor de su madre es grande, como una espada atravesando su corazón. Compartamos ese sentimiento. Lloremos con los que lloran.

Que María, tu madre, interceda por nosotros, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria


14ª estación: Jesús es sepultado

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

Siendo ya tarde, compareció un hombre rico, natural de Arimatea, llamado José, el cual era también discípulo de Jesús. Éste se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús; el cual mandó Pilato que se le entregase. José, pues, tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo colocó en un sepulcro suyo que había hecho abrir en una peña, y que no había sido usado todavía; y arrimando una gran piedra, cerró la puerta del sepulcro y se fue. (Mateo 27, 57-60)

Jesús está en el sepulcro. ¿Todo ha terminado? 

Eso es lo que habrían querido quienes tramaron su fin. Los que se negaron a escuchar, los que se negaron a cambiar, los que se negaron a recibirle. Pero el sepulcro es primicia de resurrección. El grano muere para que la semilla germine y estalle, vibrante, pleno de vida nueva.

Jesús es el Señor y vencerá. Así lo quiso el padre. Jesús es el Señor y ha vencido. La muerte no tiene poder sobre ÉL… ni la tendrá sobre aquellos que creen en Él

En ti, creemos, en ti confiamos, en ti esperamos, Señor…

Padre nuestro. Ave María. Gloria

15ª estación: Jesús ha resucitado 

Te adoramos, Cristo y te bendecimos. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. 

El primer día de la semana, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Pero se encontraron con que la piedra que cerraba el sepulcro había sido removida. No sabían qué pensar, cuando se les aparecieron dos jóvenes con ropas fulgurantes, que les dijeron: ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí: ¡Ha resucitado! Palabra de Dios. (Lucas 24,1-6)

El que estaba muerto ahora vive para siempre. Jesucristo ha resucitado, en verdad resucitó. Ha vuelto a la vida y, con Él, también podemos volver a vivir.

Nos llamó a ser testigos de su pasión y muerte y nos llama a que ahora seamos testigos de su victoria sobre la muerte, invitándonos a anunciarlo al mundo entero.

Jesús nos envía a llevar esta, la buena noticia, a todas partes y a todas las gentes: Dios te ha creado, y te ama tanto que envió a su Hijo para que vuelvas a Él. No estás perdido y sin rumbo, tienes contigo el Amor eterno de Dios. Con Él y en Él la vida tiene propósito y no es una sucesión de eventos sin sentido. 

Jesús nos enseña que la muerte no es el final, y esa es nuestra Fe y nuestra esperanza.

Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Aleluya….

Padre nuestro. Ave María. Gloria

Oración final

María madre de Dios y madre de la iglesia, acompáñanos en nuestro diario caminar; que por la Pasión, Muerte y Resurrección de tu hijo Jesús, que hemos meditado, permanezcamos firmes en la Fe, unidos a Él y con el corazón dispuesto y las manos extendidas hacia nuestro prójimo. Amén.


Manuel Rodriguez Diaz
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Foto: Exe Lobaiza. Fotógrafo Católico | Córdoba - Argentina |


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