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¡Sin ti, nada oh Dios!

¡Sorpréndeme, oh Padre! Para que, dejándome guiar y llevar por Ti Tú, sólo Tú, seas el soplo que conduzca y empuje el navío de mis días ¡Sal a mi encuentro, con tus brazos abiertos! Y, apreciando tu presencia, nunca me falte tu aliento en mis pasos tu Palabra en mis débiles obras tu consejo en las noches de incertidumbres ¡Necesito tanto tu autoridad, Señor! Saber que me acompañas en mis luchas Creer que me arropas en mis proyectos ¡Sin ti, nada oh Dios!  y contigo todo    Eres la fuente de mi inspiración la semilla que, mis manos, dejan en el surco La llama viva con la cual intento prender el mundo  El amor infinito que pone al descubierto el mío limitado, cerrado e interesado Eres, oh Dios, el dueño de la existencia Aquel que en el silencio habla y en el amor tiene su último y mejor mensaje Aquel que, cuando se le llama, tarde o temprano responde Aquel que, cuando se le arroja fuera del mundo, sigue aguardando el retorno con manos tendidas y abiertas ¡S...

¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

Lectura del santo Evangelio según San Marcos (3, 31-35) En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y des­de fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan». Les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» Y, paseando la mirada por el corro, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la volun­tad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».    «Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús»   Jesús incluye en su familia a todos los que hacen la voluntad del Padre. Su reino va mas allá de los lazos de sangre, aun mas allá del pueblo judío. Jesús vino al mundo para reconciliarnos a todos con el Padre y restaurarnos en la familia como hijos. Todos éramos hijos pródigos y llegamos a ser familia de Dios gracias a Jesús. Pero debemos responder cumpliendo la voluntad del Padre, fieles a la alianza de amor. Jesús no rechaza la honra a su madre. Mas ...

La Conversión de San Pablo

La Sagrada Biblia, en el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra así La Conversión de San Pablo: "Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén.   Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?". El respondió: ¿Quién eres tú Señor? Y oyó que le decían: "Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer". Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entr...

Los cielos cuentan la gloria de Dios

Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento Salmo 19,1

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¿Cómo está presente Jesús en nuestra vida?

Miguel Payá Andrés Jesús está presente en nuestra vida personal de fe. Como los primeros discípulos, nosotros también podemos decir: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41). Por caminos misteriosos y distintos, nuestra historia personal y la historia de Jesús se han encontrado, hasta el punto de que Cristo es el centro de nuestra vida. Hemos escuchado su llamada personal e intransferible a ser sus discípulos. Por el bautismo hemos sido incorporados a su persona y a su destino. Somos como miembros de su propio cuerpo. Lo consideramos el modelo a imitar y el ideal supremo a conseguir. Y, sobre todo, experimentamos su amistad cercana que nos consuela y anima, nos cura y perdona, nos invita constantemente a crecer y va transformando poco a poco toda nuestra personalidad, hasta el punto de poder decir cada día con más verdad: «Ya no soy yo el que vivo, es Cristo quien vive en mí» (Gál 2,20). O, de forma aún más terminante: «Para mí, vivir es Cristo» (Flp 1,21). Por todo ello, los ev...