No te rindas nunca,
ni cuando la fatiga se haga sentir,
tampoco cuando tu pies tropiecen,
ni cuando tus ojos se quemen,
tampoco cuando tus esfuerzos sean ignorados,
ni cuando la desilusión te humille,
ni cuando el error te desanime,
tampoco cuando la traición te hiera,
ni cuando el éxito te abandone,
tampoco cuando la ingratitud te desaliente
ni cuando la incomprensión te rodee,
tampoco cuando el aburrimiento te derribe,
ni cuando el peso del pecado te aplaste.
Invoca a Dios, aprieta los puños, sonríe
¡y recomienza!
Papa León I
(San León Magno)
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