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¿Qué Hizo Jesús Por Mí?

 
Dejó la Eternidad y vivió en el Tiempo para que yo pudiera dejar el
Tiempo y vivir en la Eternidad.

Dejó al Padre Eterno en toda Su Gloria para hacerse hombre y dar a
conocer la supremacía del Padre sobre toda la humanidad.

Él vino como un siervo humilde para reparar el daño de los que dicen,
"no serviré". Fue manso de corazón y le dio todo el crédito al Padre
por todo lo que hizo y ofreció su humillación voluntaria como una
expiación por mi orgullo y mi espíritu de independencia.

Él era el Maestro de todos pero nunca obligó a alguno a seguirlo.

Su humildad era tan grande, que entendió el odio de Sus enemigos y le
pidió a Su Padre que los perdonase.

Él gobernó toda la creación y sin embargo se sujetó a José y María
como un hijo obediente.

Estaba feliz de ser considerado un carpintero inculto, aún cuándo Él
había creado el mundo entero.

Se puso en manos de dos personas que Él había creado porque vio la
voluntad de su Padre en sus órdenes. Él era el Esplendor del Padre, pero ocultó todo lo que lo distinguía
del resto de los hijos de los hombres.

Él era la Sabiduría increada, pero no desdeñó el estudio de las cosas
más cotidianas de los demás.

Estaba feliz de avanzar en sabiduría y edad ante los hombres, para que
yo, pacientemente, pudiera avanzar en santidad ante Dios.

Aceptó el odio, los celos y la persecución con calma, viendo sólo en
la voluntad del Padre su Plan de Redención.

No se avergonzó de comer con pecadores aun cuando haciendo eso, era
tan despreciado por la mirada de otros.

Él vio como lo abandonaban en la hora de la necesidad, aquellos a
quienes Él había venido a redimir, sin amargarse o resentirse. Le echó
a Pedro una misericordiosa mirada incluso cuando el Apóstol era
consciente de su pecado.

Él no exhaló su Espíritu sino hasta haber soportado cada tormento
posible, para demostrar Su amor por mí.

Él resucitó de la tumba y se apareció primero a Magdalena, una
pecadora arrepentida, a Pedro quien lo había negado y a los Discípulos
que iban a Emaús, cuya fe era débil, para mostrar que entendía sus
debilidades y que no aplastaría la caña torcida.

Su Amor por mí es tan profundo que no podía merecer marcharse
dejándome solo. Por ello se humilló completamente y me dio Su Cuerpo
Precioso y su Sangre en la Santa Eucaristía como alimento para mi
alma.
 
Madre Ángelica. (En sus sandalias)
Foto: Dimitri Conejo Sanz


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