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La máquina de juzgar



Cuando leemos, en el evangelio de San Lucas: “No juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.” (Lucas 6,37) no se trata de unos versos que están allí para recitarlos sin pensar, como cualquier otra letra vacía hecha para entretenernos. Es palabra de Dios. Palabra de verdad para que la hagamos vida en nuestra vida.

Por Manuel Rodriguez Diaz.

Cuando digo, o tan sólo pienso, que tú juzgas a otros, te estoy juzgando y por la tanto haciendo lo que, al verlo en ti, condeno. 

La máquina de juzgar funciona, constante, insistente, sin parar. La usamos para juzgar a los demás, para juzgar a aquellos a quienes llamamos: los otros, ellos, esos, la gente, esa gente. Esa maquinita no deja de andar ni por un instante, ni se detiene en ningún lugar; hasta que quien la lleva encima diga: ¡basta!

Tendríamos que apagarla alguna vez; siquiera por un rato, e ir aprendiendo paulatinamente a mantenerla apagada cada vez por más tiempo, hasta que su ruido constante se nos haga molesto y sepamos vivir sin ella.

En las viejas películas de vaqueros, no podía faltar el duelo entre los pistoleros decididos a dejar en claro quién era el más rápido del oeste.  Ellos usaban revólveres, nosotros usamos los dedos; siempre listos para apuntar, siempre prestos a señalar, y también competimos para dilucidar quién posee el índice acusador más rápido en nuestro entorno.

La máquina de juzgar no te lleva a ningún lado para bien; te confunde, te distrae, te ensordece y te enceguece; te hace perder tiempo invaluable. Cuando dejes de prestarle atención la dejarás que se vaya consumiendo y entonces aprenderás a aceptar y perdonar a los demás.

Cuando leemos, en el evangelio de San Lucas: “No juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.” (Lucas 6,37) no se trata de unos versos que están allí para recitarlos sin pensar, como cualquier otra letra vacía hecha para entretenernos. Es palabra de Dios. Palabra de verdad para que la hagamos vida en nuestra vida.

La máquina de juzgar te cierra puertas, te bloquea caminos, te amarga hasta el agua dulce y te quita la tranquilidad; apágala y gana en tiempo y en espacio para alcanzar la paz y la libertad.


Manuel Rodriguez Diaz


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