Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. (Apocalipsis 3:20)
Mira que estoy a la puerta y llamo, dice el Señor; pero yo soy alguien muy importante;estoy muy ocupado recordándole a todos lo importante que soy; preocupándome por cosas que no han pasado, por un futuro que no ha llegado y por mi ilusión de creer que todas las circunstancias están bajo mi control.
Mira que estoy a la puerta y llamo, dice el Señor; pero yo no estoy; salí a buscarlo por intrincados caminos que lucen esotéricos y exóticos, llenos de misterios y fascinantes secretos milenarios.
Mira que estoy a la puerta y llamo, dice el Señor; pero yo soy demasiado listo, demasiado sofisticado, demasiado intelectual, demasiado cool; no puedo creer en Él.
Mira que estoy a la puerta y llamo, dice el Señor; pero yo estoy dolido y resentido, seco y vacío. Hundido. No quiero levantarme, me acostumbré a la tristeza y a ella me aferro.
Mira que estoy a la puerta y llamo, dice el Señor; pero me da pereza y ni siquiera sé que tengo pereza. No quiero pensar, quiero mantener mi cabeza llena de fábulas y de celebridades histéricas. Estoy tan adormecido que no puedo saber que lo estoy.
Mira que estoy a la puerta y llamo, dice el Señor... pero yo no estoy aquí...
Mira que estoy a la puerta y llamo, dice el Señor... pero yo no estoy aquí...