No están ausentes, sino invisibles


Aquellos que nos han dejado
no están ausentes,
sino invisibles.
Tienen sus ojos
llenos de gloria,
fijos en los nuestros,
llenos de lágrimas.

San Agustín

¿Creemos que nosotros gozaremos de la eterna bienaventuranza? Somos mortales, pero quien nos lo ha prometido es omnipotente, es Dios. Y, ¿no puede hacer un ángel del hombre el que hizo al hombre de la nada? ¿O es que Dios tiene al hombre por nada, habiendo muerto por él su Hijo único? Cobre alientos la flaqueza humana, no desespere, no se abata, no diga: "¡Es imposible!". 

Dios lo ha prometido. Apareció entre los hombres, vino a tomar nuestra muerte y a prometernos su vida..., pues dijo: "Padre, quiero que donde estoy yo estén también ellos conmigo". ¡Qué inmenso amor! Vino donde estamos nosotros, para que estemos con Él, donde Él está. Hombre mortal, Dios te ha prometido que vivirás eternamente. ¿No lo crees? Créelo, créelo, pues es más lo que ha hecho que lo que te ha prometido. ¿Qué hizo? Morir por ti. ¿Qué prometió? Que vivirás con Él. Es más increíble que el Eterno muera que el mortal viva eternamente.

Pues bien, lo más increíble ya ha sucedido, Dios murió por el hombre; entonces, ¿no ha de vivir el hombre con Dios, no vivirá eternamente el hombre mortal por quien murió el que vive para siempre? El Verbo se hizo carne para ser cabeza de la Iglesia. Algo nuestro ya está arriba, en el cielo: la carne que aquí tomó el Verbo, la carne en la que murió, en la que fue crucificado.

Tus primicias te han precedido, ¿y todavía dudas de que tú has de seguirlas? 

San Agustín Narraciones sobre los Salmos

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