¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mascullan planes vanos?
Se yerguen los reyes de la tierra, los caudillos conspiran aliados contra el Señor y contra su Cristo (Salmos 2, 1-2)
Del Señor nos viene la salvación; y tú, Dios mío, bendecirás a tu pueblo. (Salmos 3, 8)
Pues tú bendices al justo, Señor, como un gran escudo tu favor le cubre. (Salmos 5, 13)
Ten, Señor, misericordia de mí, que estoy sin fuerzas; sáname, ¡oh Señor!, porque hasta mis huesos se han estremecido. (Salmos 6, 3)
el Señor es quien juzga a los pueblos. Júzgame, pues, ¡oh Señor!, según mi justicia, y según la inocencia que hay en mí. (Salmos 7, 9)
no estará siempre olvidado el pobre: ni quedará para siempre frustrada la paciencia de los infelices. (Salmos 9, 19)
Dios es perfecto en sus caminos, la palabra del Señor acrisolada. Él es el escudo de cuantos a él se acogen. (Salmos 18, 30)
Unos confían en sus carros armados, otros en sus caballos; mas nosotros invocaremos el nombre del Señor nuestro Dios. (Salmos 20, 8)
Encamíname según tu verdad, e instrúyeme: pues tú eres el Dios salvador mío, y estoy esperando todo el día. (Salmo 25, 5)
El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién he de temer yo? El Señor es el defensor de mi vida: ¿quién me hará temblar? (Salmo 27, 1)