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Como semilla de mostaza

Por: Manuel Rodriguez Diaz.


Dice el Evangelio según San Marcos: “El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo” (Marcos 4, 26-27)

Muchas veces hemos sembrado la semilla de una idea, de un proyecto que anhelamos llevar a cabo, de algo que sentimos es un llamado a la acción; sin embargo, la impaciencia nos atormenta y lo que sembramos con las manos no lo dejamos brotar, mirando una y otra vez si ya germina, si ya se asoma, regando una y otra vez con el agua de la inquietud hasta que ahogamos la semilla y la perdemos para siempre. 

Eso ocurre por creer que todo depende de nosotros, por depositar toda la confianza en nuestras capacidades y no reconocer que nuestro Padre ha dispuesto todo, el orden perfecto de Su creación es inalterable y es en Él donde debe residir nuestra confianza.

“La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega.»” (Marcos 4, 28-29)

Preparar la tierra, abrir los surcos y dejar caer la semilla, ese es nuestro trabajo, nuestro sudor, cansancio, capacidad y esfuerzo; el surgir de una planta que crezca y se multiplique en frutos ya viene dado como regalo de Dios; de Él depende y en Sus manos está.

“¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.” (Marcos 4, 30-32) 

Que con la ayuda de María Santísima meditemos esta palabra en nuestro corazón.





Manuel Rodriguez Diaz



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