10 citas bíblicas sobre la muerte

Citas bíblicas - La muerte



Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos. (Romanos 14,8)

Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 8, 38-39)

Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: “He aquí la morada de Dios con el hombre. Él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni habrá llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron. “(Apocalipsis 21,1-4)

Le dice Jesús: "Tu hermano resucitará." Le respondió Marta: "Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día." Jesús le respondió: "Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?" (Juan 1, 23-26)

Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan. (Salmo 23,4)

Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios. (Job 19, 25-26)

Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús. (1 Tesalonicenses 4,14)

Vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio. (Eclesiastés12, 7)

Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día (Juan 6,40)

Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno. (Juan 10,28-30)

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