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Indiferentismo religioso (1)

Todas las religiones son buenas

Es una expresión que se oye repetir muy seguido. Según esta afirmación, no importa a qué religión uno pertenezca, puesto que todas enseñan lo mismo y por consiguiente son igualmente buenas. Es el primer paso para que se debilite la fe del católico y empiece a simpatizar con otras creencias. Cuando uno ya tomó la decisión de dejar la Iglesia y aceptar otra creencia, ya no piensa lo mismo. Para él todo lo bueno está en el nuevo grupo. Todos los demás grupos están equivocados, empezando por la Iglesia Católica. Evidentemente, se trata de una trampa y nada más.

En realidad existe mucha diferencia entre la Iglesia Católica y los demás grupos. Por ejemplo, la Iglesia Católica sostiene el valor de la Biblia y la Tradición, como medios para descubrir la Revelación. Los demás aceptan solamente la Biblia. ¿Podemos decir que es lo mismo? La mayoría de los cristianos creen en la divinidad de Cristo y la Trinidad de Dios. Los testigos de Jehová niegan esto. ¿Es lo mismo? La Biblia presenta el matrimonio como la unión estable de un hombre y una mujer por toda la vida. Otros admiten el divorcio. ¿Podemos decir que es lo mismo?

Hagamos un ejemplo en campo profano.

Un maestro trae una camisa blanca y pregunta a los alumnos: «¿De qué color es la camisa?» Uno contesta: azul; otro, morado; otro, amarillo; otro, negro... Por fin, uno dice: «La camisa tiene el color blanco». ¿Acaso el maestro dará a todos la razón? Seguramente se la dará solamente al que contestó correctamente e invitará a los demás a poner más cuidado antes de contestar.
Lo mismo pasa por lo que se refiere a la religión. Puesto que Cristo fundó una sola Iglesia y ésta durará hasta el fin del mundo (Mt 28,20), hay que investigar los orígenes de cada grupo, su evolución histórica, su enseñanza... para ver si corresponde a la Iglesia que fundó Cristo. Nada de que «Todas las religiones son iguales».

Lo que vale frente a Dios, es la sinceridad

Según esta opinión, no tiene importancia la creencia que uno tenga o la Iglesia a la que uno pertenezca. Lo que vale, es la fe que uno tenga en la bondad de tal o cual creencia o agrupación religiosa. En el fondo, no importa saber si una creencia o religión venga o no de Dios. Lo que importa es aceptarla con sinceridad, pensando que se trata de algo bueno.

Pues bien, esta manera de pensar no es correcta. En realidad, Dios nos ha dado la inteligencia para investigar y descubrir la verdad. Un ejemplo: Un señor está enfermo. No sabe cuál es la medicina que le recetó el doctor. Para no molestar a nadie, toma un frasco cualquiera y dice: «No sé si ésta es la medicina que me recetó el doctor. De todos modos me la voy a tomar, con la seguridad que me va aliviar?».

Seguramente muchos dirán que aquel enfermo se portó mal. En efecto, no basta la sinceridad para aliviarse. Se tiene que buscar la medicina apropiada. Lo mismo pasa con la religión. No basta decir: «Soy sincero». Es necesario investigar. Claro que si uno investigó según su capacidad y se quedó con dudas o se equivocó completamente, a causa de su falta de preparación o un sinfín de prejuicios, ya no es condenable si se adhiere a la religión que sinceramente considera más cercana a la verdad.

Autor: P. Flaviano Amatulli

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