49,1: Escúchenme,
islas; presten atención, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el
Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre.
49,2: Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha puntiaguda, me guardó en su aljaba
49,3: y me dijo: Tú eres mi siervo —Israel—, de quien estoy orgulloso.
49,4: Mientras yo
pensaba: En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis
fuerzas; en realidad mi derecho lo defendía el Señor, mi salario lo
tenía mi Dios.
49,5: Y ahora
habla el Señor, que ya en el vientre me formó siervo suyo, para que le
trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel —tanto me honró el Señor,
y mi Dios fue mi fuerza—:
49,6: Es poco que
seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los
supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi
salvación alcance hasta el confín de la tierra.
49,7: Así dice el
Señor, redentor y Santo de Israel, al despreciado, al aborrecido de las
naciones, al esclavo de los tiranos: Te verán los reyes, y se pondrán
de pie; los príncipes, y se postrarán; porque el Señor es fiel, porque
el Santo de Israel te ha elegido.
49,8: Así dice el
Señor: En tiempo de gracia te he respondido, en el día de la salvación
te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo; para
restaurar el país, para repartir las herencias devastadas,
49,9: para decir a
los cautivos: Salgan; a los que están en tinieblas: Vengan a la luz;
aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas;
49,10: no pasarán
hambre ni sed, no les hará daño el viento ardiente ni el sol; porque
los conduce el que los compadece y los guía a manantiales de agua.
49,11: Convertiré mis montes en caminos y mis senderos se nivelarán.
49,12: Miren, unos vienen de un país remoto; miren, otros del norte y del occidente, y aquellos del país de Siene.
49,13: Grita de
alegría, cielo; alégrate, tierra; prorrumpan en aclamaciones, montañas,
porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados.
49,14: —Decía Sión: Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado.
49,15: —¿Puede
una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus
entrañas? Pero, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.
49,16: Mira, en mis palmas te llevo tatuada, tus muros están siempre ante mí;
49,17: los que te construyen van más aprisa que los que te destruían, los que te arrasaban se alejan de ti.
49,18: Levanta
los ojos a tu alrededor y mira: todos se reúnen para venir a ti; por mi
vida —oráculo del Señor—, a todos los llevarás como vestido precioso,
serán tu cinturón de novia.
49,19: Porque tus
ruinas, tus escombros, tu país desolado, resultarán estrechos para tus
habitantes, mientras se alejarán los que te devoraban.
49,20: Los hijos que dabas por perdidos te dirán otra vez: Mi lugar es estrecho, hazme sitio para habitar.
49,21: —Pero tú
te preguntarás: ¿Quién me engendró a éstos? Yo, sin hijos y estéril,
¿quién los ha criado? Me habían dejado sola, ¿de dónde vienen éstos?
49,22: —Esto dice
el Señor: Mira, con la mano hago seña a las naciones, alzo mi
estandarte para los pueblos: traerán a tus hijos en brazos, a tus hijas
las llevarán al hombro.
49,23: Sus reyes
serán tus tutores; sus princesas, tus niñeras; rostro en tierra te
rendirán homenaje, lamerán el polvo de tus pies, y sabrás que yo soy el
Señor, que no defraudo a los seres que esperan en mí.
49,24: —Pero, ¿se le puede quitar la presa a un soldado, se le escapa su prisionero a un tirano?
49,25: —Esto
responde el Señor: Si a un soldado le quitan su prisionero y la presa se
le escapa a un tirano, yo mismo defenderé tu causa, yo mismo salvaré a
tus hijos.
49,26: Haré a tus
opresores comerse su propia carne, se embriagarán de su sangre como de
vino; y sabrá todo el mundo que yo soy el Señor, tu salvador, y que tu
redentor es el Fuerte de Jacob.
Catena Legionis Antífona. ¿Quién es Esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla? Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles, de generación en generación. Él hace proezas con brazo; dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. An...
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