Las 7 gracias de Pentecostés




La Esencia de Pentecostés.


Según las fuentes bíblicas ¿de dónde nos viene el Espíritu Santo? Nos viene a través de Jesús, pero ¿de qué Jesús? y esto es lo interesante, lo hermoso. En Juan 16,7 Jesús dijo: "Les conviene que yo me vaya. Si yo no me voy, el Espíritu Santo no vendrá a ustedes, pero si Yo me voy, Yo se lo enviaré".

Y antes en Juan 7,39 comenta el evangelista: "Y esto lo decía del Espíritu que iban a recibir los que creyeran en El porque todavía no había Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado".

Qué palabra tan extraña: "Todavía no había Espíritu porque Jesús todavía no había sido glorificado". Jesús necesita terminar su carrera mesiánica, recibir después de su resurrección el gran título de ser el Mesías, el Salvador, el Señor, para después poder dar el Espíritu Santo.

En Hechos 2,33 está escondido este texto importante en la Cristología, en el que se dice primero: "A Jesús, Dios lo ha resucitado". Segundo: "Y habiendo sido exaltado a la diestra del Padre". Tercero: "Y habiendo recibido El, el Espíritu Santo".

Jesús recibe como un regalo de Dios en su naturaleza humana glorificada, el Espíritu Santo y una vez lleno Jesús del Espíritu Santo, lo derrama el día de Pentecostés, y nace la Iglesia.


Primera Gracia. Gracias del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es el DON DE DIOS, don del Padre, que nos da a Cristo glorificado como fruto de toda su carrera mesiánica. El Espíritu Santo nos viene de Jesús. De aquí la frase hermosa, muchas veces falsamente comprendida, muy superficialmente entendida: "Ser bautizados en el Espíritu Santo".

Dice Juan 1,33: "El es Jesús, el que bautiza con Espíritu Santo". Juan Bautista bautizó con agua, echando agua, dando agua; pero Jesús, lleno del Espíritu Santo, el Mesías glorificado, es el que bautiza con Espíritu Santo, derrama Espíritu Santo, da Espíritu Santo y este derramamiento que hace, es lo que llamamos: "Ser bautizados en el Espíritu Santo por Jesús".

Es una gracia para el mundo entero que Jesús glorificado nos baña, nos bautiza con su Espíritu. No estamos hablando del Sacramento del Bautismo; de ninguna manera, sino de esa continua efusión del Espíritu Santo que requiere, que necesita la Iglesia.

Necesitamos urgentemente que cada uno de nosotros sea bautizado por Jesús en el Espíritu Santo todos los días de la vida. No tengamos miedo. Muchas veces, teológicamente nos confundimos. "¿cómo ser bautizados con Espíritu Santo? ¿Qué significa?" No es el Sacramento del Bautismo recibido una vez haciéndonos hijos de Dios que ni en el infierno podemos perder lo que somos. El sello de haber recibido el Sacramento del Bautismo, no se perderá jamás. Se trata de las efusiones del Espíritu Santo que necesita la Iglesia y que necesitamos nosotros para realizar nuestra misión.

Decimos que ya recibimos el bautismo. Hermano, sé humilde: Jesús lo recibió en la Encarnación y lo recibió en plenitud y el Espíritu Santo hizo la unión hipostática y lo hizo Santo, radicalmente Santo, Santísimo. Y Jesús no obstante eso, recibió el Espíritu Santo nuevamente. No porque no lo tuviera, pero lo revivió nuevamente en el Jordán para poder realizar la misión que en El debía comenzar, la proclamación del Reino de Dios en el mundo. ¡Y Jesús siendo el Hijo de Dios, siendo el Mesías! Sin embargo, recibe el Espíritu Santo que le comunica carismas para realizar su misión.

Y los apóstoles de seguro que habían recibido Espíritu Santo la tarde de la resurrección cuando Jesús sopla sobre ellos y les dice recibid el Espíritu Santo. Sin embargo, necesitaban otra efusión del Espíritu diferente y esa es la de Pentecostés, mediante la cual, ellos estarían en condiciones como estuvo Jesús en el Jordán.

El bautismo en el Espíritu Santo de Pentecostés es para los apóstoles análogo al bautismo de Jesús en el Jordán.

Jesús recibe el Espíritu Santo para realizar su gran misión evangelizadora. Los apóstoles reciben el bautismo en el Espíritu Santo para poder también llevar el Evangelio hasta el último rincón de la tierra.

El Espíritu Santo siempre trae verdades a nosotros. El Espíritu Santo tiene más imaginación de lo que pensamos y, si nosotros recibimos el bautismo del Espíritu Santo el mundo cambiará y nosotros cambiaremos

Segunda Gracia: encuentro con Jesús.

"Recibid el Espíritu Santo" (Juan 20,22). ¿Qué fue lo que obró en ellos? Inmediatamente obró en ellos un encuentro diferente con Jesús.

Habían tenido contacto y encuentros con Jesús muchas veces en su vida. Pero tuvieron un encuentro fuerte y más profundo con "Jesús plenamente glorificado", un encuentro personal con El.

El Papa Juan Pablo II dijo: "Es necesario tener un encuentro vivo y palpitante con el Señor". Y el Espíritu Santo lo primero que hace cuando viene es propiciar un encuentro nuevo con Cristo. Y de ahí nacen tantos testimonios de: "Yo encontré al Señor" o "el Señor me encontró" "¡Ah! Pero si ya estaba bautizado". "Ya estás confirmado". "¿Cuántas comuniones ha hecho en la vida?" "¿Eres Obispo?" "Y ahora has tenido un encuentro nuevo con el Señor. ¡Pues así es!"

¡Qué diéramos nosotros porque nos concediera hoy, mañana, pasado mañana, ese encuentro diferente con un Cristo vivo, todo misericordia, todo compasión, todo amor! ¡Porque a nosotros nos ama entrañablemente!

Tercera Gracia: la Transformación Interior.

El encuentro nuevo con Cristo inmediatamente produce una transformación interior de la persona que es muy dolorosa. Siendo una gracia de Dios muy grande, la transformación interior es muy dolorosa, porque cambiar de vida siempre duele. Y al cambio profundo de vida uno le tiene pavor. "¿Cómo, a estas alturas, puede cambiar la conducta profunda de mi vida? Mi experiencia personal, mis gustos, mis pecados, el estado de felicidad querida por mí, pero dañosa para mí. ¿Cómo deshacerme de eso? Imposible". Pero si dejamos que el Espíritu Santo haga la operación, que haga la cirugía de primer grado, el beneficio será una liberación total como nunca la habíamos tenido y una liberación radical. Es el cambio de vida que vale la pena.

Según la terminología del profeta Ezequiel 36, 26-27: "Os daré un corazón nuevo, un Espíritu nuevo, os quitaré el corazón de carne, y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros mi Espíritu para que cumpláis mis mandamientos".

Los efectos de un bautismo en el Espíritu Santo son grandiosos.

¿Cuántas veces comulgamos en la vida? El regalo máximo que Jesús hace en una comunión es darnos y bautizarnos con el Espíritu Santo. Si Jesús nos da muchas cosas y muchas gracias en la comunión, la máxima gracia es comunicarnos el Espíritu Santo, bautizarnos con el Espíritu Santo, si es que no nos ponemos impermeables.

Cuarta Gracia: una nueva lectura de la Palabra de Dios.

Los apóstoles el día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo una gracia muy particular y comenzaron una nueva lectura de la Palabra de Dios. Una lectura hasta ese momento desconocida para ellos. Tal vez algunos ni siquiera leían la Palabra de Dios; pero sí la leyeron el día de Pentecostés. El Espíritu Santo les comunicó una manera nueva de leer la Palabra de Dios. Les dio un carisma de leer la Palabra de Dios con anteojos pascuales, con anteojos de Cristo.

No hay ningún libro donde podamos conocer mejor a Jesús, que en Los cuatro Evangelios escritos par el mismo Espíritu Santo.

Quinta Gracia: la Eucaristía

Es notable como en Hechos 2,41 termina diciendo que 3,000 almas unieron a los apóstoles aquel día y en el versículo 42 nos dice que acudían asiduamente a la fracción del pan.

Aparece desde el primer día de la vida de la Iglesia la celebración de la fracción del pan. Fue el Espíritu de Dios quien hizo comprender a los apóstoles el gran misterio de la presencia real de Jesús en un pedazo de pan y en un poco de vine después de pronunciadas las palabras que Jesús pronunció en la Ultima Cena.

Justamente con el Sacramento de la Eucaristía está el Sacramento de la Reconciliación, del perdón de los pecados.

Sexta Gracia: los Carismas

Fue un enriquecimiento de carismas para construir la Iglesia. Los carismas son dones del Espíritu de Dios en orden a la construcción de la Iglesia. Y su lista no tiene fin. Si nosotros recogiéramos los carismas de los que habla el Nuevo Testamento, encontraríamos una lista de 30 ó 40. Pero los carismas del Espíritu Santo no se limitan a este número. El Espíritu Santo da y dio a los apóstoles ante todo los grandes carismas en sus mentes para comprender a Jesús y para comprender el Evangelio.

¡Qué diéramos nosotros para que el Espíritu Santo iluminara nuestra mente para llevar el Evangelio a todas las personas que dependen de nosotros! Palabra de conocimiento, palabra de sabiduría y discernimiento. Y luego otros grandes carismas; sobre todo, el gran carisma de la evangelización.

El Espíritu Santo cambia y transforma al hombre quien no puede callar el testimonio que debe dar de Jesús. La Iglesia de hay debe ser una Iglesia evangelizadora. Y el Evangelio, la Buena Nueva, con letras mayúsculas no es una cosa, no son realidades, es una persona, el Evangelio con "E" mayúscula es la persona de Cristo.

No nos cansemos de evangelizar y una vez que hayamos evangelizado y proclamado al Señor hagamos también muchas otras cosas. Pero el tema céntrico de la evangelización es la proclamación de quién es el Señor Jesús.

Todo el mundo de los carismas del Espíritu Santo son un regalo. No me limito al don de lenguas, al don de visiones, al don de profecías, sino que quiero subrayar toda la gama de carismas del Espíritu, que se requiere para construir la Iglesia.

Séptima Gracia: la Iglesia

El nacimiento de la comunidad cristiana, el nacimiento de la Iglesia.

No puede haber comunidad cristiana fervorosa, animada, si no es por la animación del Espíritu de Dios. No se debe suponer las cosas porque es un vicio muy común y corriente. "Yo supongo que recibí el Espíritu Santo en el Bautismo" "Yo supongo que lo recibí en la Confirmación". "Yo supongo que lo recibí en el sacerdocio".

Claro que lo recibiste: pero el Espíritu Santo es "dinamismo", es fuerza, es vigor, es vida.

El problema no está en el Espíritu Santo que habita en ti, sino en el recipiente que lo recibe y necesitamos quitar de nosotros esas placas de cemento armado, que impiden que el Espíritu Santo, que está en nosotros, pueda actuar libremente.

La Iglesia es producto de la acción poderosa del Padre que da a Jesús su Espíritu Santo. Ese Jesús envía a los apóstoles y los apóstoles hablan, proclaman el testimonio. Si los apóstoles no hubieran proclamado, aun cuando hubieran estado llenísimos de Espíritu Santo no nace la Iglesia.

La Iglesia no nació únicamente porque vino el Espíritu Santo; sino porque los apóstoles proclamaron la Palabra de Dios. Tenemos una tarea bellísima. Todos nosotros, nuestra máxima tarea, es la tarea de Jesús: proclamar en el mundo el Reino de los Cielos. Proclamar en el mundo el mensaje de Jesús.




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