El Magníficat es un canto que revela con acierto la espiritualidad de los anawim bíblicos, es decir, de los fieles que se reconocían «pobres» no sólo por su alejamiento de cualquier tipo de idolatría de la riqueza y del poder, sino también por la profunda humildad de su corazón, despojado de la tentación del orgullo, abierto a la irrupción de la gracia divina salvadora. En efecto, todo el Magníficat está marcado por esta «humildad» , en griego tapeinosis, que indica una situación de humildad y pobreza concreta. El primer movimiento del cántico mariano (cf. Lc 1,46-50) es una especie de voz solista que se eleva hacia el cielo para llegar hasta el Señor. Escuchamos precisamente la voz de la Virgen que habla así de su Salvador, que ha hecho obras grandes en su alma y en su cuerpo. En efecto, conviene notar que el cántico está compuesto en primera persona: «Mi alma... Mi espíritu... Mi Salvador... Me felicitarán... Ha hecho obras grandes en mí...». Así pues, el alma de la oració...
"Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva." Juan 4,10