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Estrella en la noche

Padre Eusebio Gómez Navarro OCD


“Durante la época del monzón, en Kerala, el estado del sur de la India de donde yo procedo, los campos de arroz se extienden como una interminable alfombra esmeralda hacia el horizonte. Es una época de crecimiento y alegría para todas las criaturas. Cuando era niño solía caminar junto a mi guía espiritual, la madre de mi madre, a través de aquellos campos de arroz hasta el templo de nuestros antepasados.
Mientras caminábamos, a menudo veíamos junto al sendero la piel abandonada de una serpiente, formando una especie de lazo. Un día pregunté a mi abuela: “¿Por qué las serpientes se desprenden de su piel?” Su respuesta estuvo llena de sabiduría. Ahora me doy cuenta de que se refirió a muchas cosas más que a las serpientes. “Si las serpientes no se despojaran de su piel” –contestó– “no crecerían. Se ahogarían dentro de su viejo revestimiento.”

Recuerdo sus palabras muchas veces. Actualmente, también nosotros necesitamos crecer. La intensa falta de estímulo de nuestros jóvenes, la insatisfacción y el idealismo reprimido que invade a muchas personas adultas son indicadores de que nuestra sociedad está lista para desprenderse de la obsoleta definición acerca de quiénes somos y en qué podemos convertirnos”(Eknath Easwaran)

María, como madre, ayuda a sus hijos a crecer, a desprenderse del “hombre viejo”, de la piel vieja. Ella, sin duda, nos ayuda en nuestro caminar.

María es la estrella que, en los momentos de tormenta, nos guía. En esos momentos hay que mirar a María. Así se expresa san Bernardo:
“Al fin del verso dice el evangelista: Y el nombre de la virgen era María.
Digamos también, acerca de este nombre, que significa estrella de la mar, y se adapta a la Virgen Madre con la mayor proporción. Se compara María oportunísimamente a la estrella; porque, así como la estrella despide el rayo de su luz sin corrupción de sí misma, así, sin lesión suya dio a luz la Virgen a su Hijo. Ni el rayo disminuye a la estrella su claridad, ni el Hijo a la Virgen su integridad.

Ella, pues, es aquella noble estrella nacida de Jacob, cuyos rayos iluminan todo el orbe. cuyo esplendor brilla en las alturas y penetra los abismos; y, alumbrando también a la tierra y calentando más bien los corazones que los cuerpos, fomenta las virtudes y consume los vicios. Esta misma, repito, es la esclarecida y singular estrella, elevada por necesarias causas sobre este mar grande , espacioso, brillando en méritos, ilustrando en ejemplos. ¡Oh!, cualquiera que seas el que en la impetuosa corriente de este siglo te miras, mas antes fluctuar entre borrascas y tempestades, que andar por la tierra, no apartes los ojos del resplandor de esta estrella, si quieres no ser oprimido de las borrascas.

Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella. llama a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud.

No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si ella te ampara; y así, en ti mismo experimentarás con cuánta razón se dijo: Y el nombre de la virgen era María.. Pero ya debernos pausar un poco, no sea que miremos sólo de paso la claridad de tanta luz. Pues, por usar de las palabras del evangelista: Bueno es que nos detengamos aquí; y da gusto contemplar dulcemente en el silencio lo que no basta a explicar la pluma laboriosa. Entre tanto, por la devota contemplación de esta brillante estrella recobrará más fervor la exposición en lo que se sigue”.

Y jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a María, ella les haya abandonado. Por eso es bueno orar en momentos de dificultad con esta oración de san Bernardo:

“Acuérdate, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir, que ninguno
de los que han acudido a tu protección,
implorando tu asistencia, y reclamando
tu socorro, haya sido abandonado por tí.
Animado con esa confianza, a ti acudo,
Madre, la más excelsa de las vírgenes;
a ti vengo, a ti me acerco, yo, pecador
contrito. Madre del Verbo, no desprecies
mis palabras, antes bien escúchalas y
acógelas benignamente.
Así sea .

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