Esto dice el Señor: “Clama a voz en cuello y
que nadie te detenga. Alza la voz como trompeta. Denuncia a mi pueblo
sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados.
Me buscan día a día y quieren conocer mi
voluntad, como si fuera un pueblo que practicara la justicia y respetara
los juicios de Dios. Me piden sentencias justas y anhelan tener cerca a
Dios. Me dicen todos los días: ‘¿Para qué ayunamos, si tú no nos ves?
¿Para qué nos sacrificamos, si no te das por enterado?’
Es que el día en que ustedes ayunan
encuentran la forma de hacer negocio y oprimen a sus trabajadores. Es
que ayunan, sí, para luego reñir y disputar, para dar puñetazos sin
piedad.
Ese no es un ayuno que haga oír en el cielo
la voz de ustedes.
¿Acaso es éste el ayuno que me agrada? ¿Es ésta la
mortificación que yo acepto del hombre: encorvar la cabeza como un junco
y acostarse sobre saco y ceniza? ¿A esto llaman ayuno y día agradable
al Señor?
El ayuno que yo quiero de ti es éste, dice el
Señor: Que rompas las cadenas injustas y levantes los yugos opresores;
que liberes a los oprimidos y rompas todos los yugos; que compartas tu
pan con el hambriento y abras tu casa al pobre sin techo; que vistas al
desnudo y no des la espalda a tu propio hermano.
Entonces surgirá tu luz como la aurora y
cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la
gloria del Señor cerrará tu marcha. Entonces clamarás al Señor y te
responderá; lo llamarás y te dirá: ‘Aquí estoy’”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.