Ir al contenido principal

Entradas

Marthe Robin

Marthe es la sexta hija de un matrimonio de humildes campesinos de la pequeña localidad de Chateauneuf-de-Galeur, no lejos de Lyon. En 1928, cuando tenía 26 años de edad, es golpeada por una encefalitis –que le paraliza todos sus músculos, incluso aquellos que inconscientemente  permiten deglutir alimentos y bebidas- y quedará por el resto de su vida postrada inmóvil en la cama, agravada posteriormente por la ceguera y la imposibilidad de dormir. Al comienzo podia aún mover los dedos pulgar e índice de una de las manos y pasar las cuentas del rosario. Poco tiempo duró esa pequeña facultad de movimiento perdiéndola y quedando entonces  completamente inmóvil a no ser por su cabeza, la que podia mover ligeramente. Es también desde los 26 años que no puede tomar ni siquiera un sorbo de agua. Cuando los médicos la forzaban a hacerlo, ante la imposibilidad de la deglución, el agua le salía por las narices. Según la medicina, Marthe Robin debía morir pronto y lo único que se p...

Un nuevo sacerdote, un nuevo susurro de Dios

Un nuevo sacerdote, un nuevo susurro de Dios P. Fernando Pascual   Un nuevo sacerdote, un nuevo susurro de Dios Dios sigue entre nosotros. Sigue en cada obispo, en cada sacerdote, en cada cristiano que vive a fondo el Evangelio. Sigue en su cariño, en la lluvia y el sol, en el pan y en el hogar, en cada niño que nace y en la fidelidad de unos esposos que se aman con locura. Dios no se cansa de amarnos, de buscarnos, de caminar a nuestro lado. Es verdad que a veces el mal parece tan grande que nos olvidamos de su amor, que pensamos en su silencio como si fuese debilidad o impotencia. Pero Dios no calla. Responde a nuestra oración de súplica. Susurra que nos ama, para siempre, cuando un joven dice sí a Cristo, cuando un obispo consagra un nuevo sacerdote. Cada sacerdote es un mensaje de Dios, un grito que nos recuerda lo mucho que nos ama. Y esos gritos son miles, aunque no aparezcan...

Manuel Rodriguez Diaz - Finestra

Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hechos 9,1-20)

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles En aquellos días, Saulo, amenazando todavía de muerte a los discípulos del Señor, fue a ver al sumo sacerdote y le pidió, para las sinagogas de Damasco, cartas que lo autorizaran para traer presos a Jerusalén a todos aquellos hombres y mujeres que seguían la nueva doctrina. Pero sucedió que, cuando se aproximaba a Damasco, una luz del cielo lo envolvió de repente con su resplandor. Cayó por tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Preguntó él: “¿Quién eres, Señor?” La respuesta fue: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate. Entra en la ciudad y ahí se te dirá lo que tienes que hacer”. Los hombres que lo acompañaban en el viaje se habían detenido, mudos de asombro, pues oyeron la voz, pero no vieron a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía abiertos los ojos, no podía ver. Lo llevaron de la mano hasta Damasco y ahí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. Había en Damasco...

El Amor Vive (Padre Santiago Martin)

Para ÉL un canto nuevo (Salmo 33,3)